EN ACTITUD POSITIVA
ALGO MÁS QUE PALABRAS
EN ACTITUD POSITIVA SIEMPRE
“Pongamos quietud
meditativa en el camino”.
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Víctor
CORCOBA HERRERO/ Escritor
corcoba@telefonica.net
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Quizás tengamos que retornar
al niño que todos llevamos dentro para poder disfrutar de ese
espíritu de belleza, de bien y de verdad, transformándonos en un
comportamiento, tan afectivo como efectivo; pues todos los deseos que
siembran positividad, nos alientan a ese gozo de mansedumbre, de
benevolencia, de bondad en suma. No hay mayor alegría que la de
sentirse querido y la de poder amar. Pongamos, pues, voluntad en
activar ese cambio de mentalidad, que conlleva corregirse por amor;
si en verdad queremos propiciar otros deseos más vivos, más
adheridos a la ternura, más de protección y consuelo hacia nuestro
linaje.
Son tantas las maldades
vertidas, que conviene reafirmarse en el buen deseo de vivir. Ante la
triste realidad que nos circunda, me emociona ver a los líderes de
la ONU y de la Iglesia Católica, reunirse en el Vaticano, para hacer
una llamada mundial conjunta a la lucha contra el cambio climático,
poniendo más confianza en el multilateralismo y menos indiferencia
frente a la inmoralidad y la pobreza. Ojalá nos muevan los
corazones, y en medio de tiempos tan turbulentos y difíciles, se
impulse la unidad entre todos los moradores. Ciertamente, hay mucha
soledad en el mundo y cuantioso sufrimiento, en parte causado por
nuestras absurdas divisiones. Nunca es tarde, por tanto, para
establecer vínculos reconciliadores, hacer familia, promover el
entendimiento mutuo y combatir las bochornosas cadenas del odio. Es
cuestión de querer, de ponerse en acción, de comprender y de
entendernos desde el respeto y la escucha al otro. Con razón se
dice, y también se comenta, que las actitudes siempre son más
vitales que aquellas otras aptitudes o habilidades, por muy
talentosas que sean.
Por eso, tras mi arqueo
vivencial, unido al buen deseo de sumar experiencias entre personas
de diversas creencias y culturas, no puede ser otro que la acogida.
La humanidad, en su conjunto, ha de humanizarse y hacerse tronco. En
consecuencia, dejemos aún lado la frialdad de tantos intereses
dominadores y, pongamos en nuestro camino de una vez por todas, un
espíritu de concordia que nos fraternice para vivir armónicamente.
La necedad de ciertas políticas, favorecidas por gobiernos que en
lugar de consensuar enfrentan a la ciudadanía, es una lacra social
que hemos de enmendar. Tal vez tengamos que aprender la lección de
saber pasar de la lucha, sin estética alguna, a la ética de las
responsabilidades. Por desgracia, hay muchos gobernantes y demasiados
líderes sin corazón alguno, que no saben lo que es servir por amor,
pretendiendo gobernar el mundo a su antojo, aunque fragmenten la
unidad del pueblo. Consideren que el número de bandoleros no
autoriza el quebrantamiento.
Sea como fuere, requerimos de
otros talantes más apacibles. Sin duda, nuestra gran asignatura
pendiente es traer a la vida otros estímulos más genuinos y
solidarios, otras tácticas más aglutinadoras respetando todas las
diversidades, poniendo especial énfasis en el valor moral de un acto
y su fin último, que ha de ser el de reconducirnos a esa convivencia
social, mediante la conjugación, más poética que política,
dispuesta al servicio de la verdad, la clemencia y la justicia.
Desde luego, merece la pena esforzarse, ya que sí para detener el
cambio climático hace falta una transformación radical de nuestros
sistemas productivos, también para frenar esta atmósfera de
violencias entre análogos, es menester igualmente una apremiante
modificación de actitudes, que debe comenzar por nuestra lucha
contra las injusticias.
Personalmente, reconozco que
este modernismo irrespetuoso e intolerante, de quien dice hoy una
cosa y mañana hace la contraria, me saca de quicio. Objetivamente y
con generosa honestidad, convendría que analizásemos, cada cual
consigo mismo, su propio progreso evolutivo de equilibrio, aquel que
sustenta nuestros movimientos y que despliega constantes energías,
ya sean de espíritu o de fortaleza inteligente. No hay mejor
sentimiento que la de sentirse sosegado. Sólo así se puede cambiar
el modo de pensar y de vivir en el mundo de hoy. Dejémonos de
combates, venganzas o despechos, prefiero aquellas gentes que saben
dominarse, dispuestas siempre a perdonar y a reiniciar andares, con
nuevos y armónicos rumbos, aunque tengan los ojos llenos de
lágrimas.
Fuera tensiones. Destronemos
incertidumbres robustecidas generalmente por falsedades. La cuerda
puede romperse en cualquier momento. Ya está bien de
confrontaciones. Pongamos quietud meditativa en el camino. El arte de
escucharse dentro de sí es lo que realmente nos hace modificar
maneras de ser y de estar, como puede ser la vergüenza de haber
perdido el sonrojo, ante un mundo devorado por tantas crueldades y
miserias humanas. Sin duda, avergonzarse y arrepentirse es ya un gran
paso, por muchos contratiempos que se nos presenten. Y, ciertamente,
a mi juicio nos encontramos en un momento crítico, máxime en una
época en la que el soplo corrupto, todo lo pervierte.
Indudablemente, ante este
cumulo de acontecimientos que nos desbordan e intranquilizan, hay que
poner remedio. No perdamos de vista que urge sumar fuerzas para
detener ese drenaje de recursos causados por flujos financieros
ilícitos, que amenazan nuestro propio bienestar, pero también el
futuro de nuestros hijos y la salud de nuestra casa común. La
Navidad puede ayudarnos a disipar, a través del luminoso cultivo de
lo fraterno, las tinieblas del miedo y de la angustia. Así pondremos
de moda la cultura del abrazo en el alma y haremos crecer la calma.
Víctor CORCOBA HERRERO /
Escritor
corcoba@telefonica.net
22 de diciembre de 2019